29 marzo 2009

El tiempo

Ya a principios de siglo teníamos el problema de la inmediatez, de la prisa, de la falta de tiempo. Leo en el libro de Shedlock, El arte de contar cuentos (1915), dirigido a los profesores que cuentan cuentos en sus clases:

"No temáis repetir vuestras historias. Si no acometéis más de siete historias al año, escogidas con esmero, y las repetís seis veces durante un curso escolar de cuarenta y dos semanas, realizaréis un trabajo artístico y, por tanto, duradero; les proporcionaréis a los niños mucha diversión, dado que disfrutan escuchando el mismo cuentos varias veces. También seréis capaces de evitar la aplicación moral directa porque, cada vez que un niño asiste a la narración artística de una historia, adquiere un poco más del sentido que se esconde tras la simple historia sin precisar ningún tipo de explicación por nuestra parte. El hábito de hacerlo lo mejor posible en lugar de simplemente bien significará que, a largo plazo, uno no tendrá otro interés que prepararse para alcanzar el nivel mejor y las historias, aunque sean menos numerosas, estarán perfectamente terminadas y pulidas y producirán un efecto de sorprendente importancia".

A continuación incluye una cita de Lafcadio Hearn:

"El tiempo acaba con los errores y las estupideces del éxito fácil y nos presenta la Verdad. Ésta, al igual que el aloe, tarda mucho en florecer, pero su flor es la más preciosa de las que se puedan contemplar".

Naranjas




Cuando era pequeña, le gustaba pelar la naranja con la mano. Primero, con un cuchillo, cortaba el equivalente al polo norte y al polo sur de la esfera. Luego, hacía fisuras en la piel, no demasiado profundas para que no salpicara el zumo. Eran cortes secos y superficiales. Dividía la naranja en cinco o seis secciones y después la pelaba.

Introducía el cuchillo en la parte superior de la naranja, en el equivalente a su eje, para facilitar su apertura. Abría la naranja (con la uña) y la separaba en dos mitades. Como le gustaba presumir de boca grande, se metía en la boca la mitad de la naranja entera. Muchas veces casi no le cabía y a penas podía morderla. Era el momento de ponerse una servilleta delante para poder hincarle el diente. Una vez ingerida, se divertía cortando con un cuchillo o royendo la parte blanca de las mondas. A veces también se entretenía apretando la superficie como si fuesen granos para que saliese el líquido.

El olor a naranja se quedaba en las manos durante horas.

No podía entender cómo había gente que, por no pelarla, por no ensuciarse las manos, por no sentir su jugo deslizarse por los brazos, la prefería beber en zumo o comerla preparada con canela. Era de la opinión de que el descuartizamiento o el exprimido de una naranja sabe mucho mejor cuando uno lo realiza con sus propias manos.

17 marzo 2009

Celebraciones

Tal día como hoy, San Patricio, se celebra el XX aniversario de la biblioteca de Peñaranda de Bracamonte. Un 17 de marzo de 1989 se inauguró el edificio en la Plaza de España. Un grupo de unas ocho personas brindaban por primera vez por la biblioteca.

Hoy, veinte años más tarde somos más de veinte personas trabajando en este centro. Y muchos usuarios se acercarán esta tarde a brindar por su biblioteca. Una biblioteca que es el centro cultural de esta ciudad en la que han compartido charlas, lecturas, encuentros, teatro, cuentos...

No nos olvidaremos de llevar la sonrisa puesta y algo verde haciendo honor al patrón irlandés cuya fiesta se celebra en ciudades como Dublín y Nueva York con desfiles de más de dos millones de personas. El color verde se le asocia por utilizar un trébol para explicar la Santísima Trinidad (tres hojas en un mismo tallo). Lo de la cerveza no me queda tan claro. Quizás era aficionado al zumo de malta o al de cebada... Pero lo cierto es que este día, además de llevar algo verde, de brindar con cava y tomar canapés en la biblioteca, no van a faltar las cervecitas posteriores para terminar las celebraciones como la ocasión merece.

13 marzo 2009

El pensador del aura

Nacer sin pasado, sin nada previo a que referirse, y poder entonces verlo todo, sentirlo, como deben sentir la aurora las hojas que reciben el rocío; abrir los ojos a la luz sonriendo; bendecir la mañana, el alma, la vida recibida, la vida ¡qué hermosura! No siendo nada o apenas nada por qué no sonreír al universo, al día que avanza, aceptar el tiempo como un regalo espléndido, un regalo de un Dios que nos sabe, que nuestro secreto, nuestra inanidad y no le importa, que no nos guarda rencor por no ser...

...Y como estoy libre de ese ser, que creía tener, viviré simplemente, soltaré esa imagen que tenía de mí misma, puesto que a nada corresponde y todas, cualquier obligación, de las que vienen de ser yo, o del querer serlo.
Zambrano, M.: "Adsum", En Delirio y Destino, Madrid,
Ed. Mondadori, 1989, pp. 21-22