27 diciembre 2010

Canción navideña

Me ha llegado a través de Facebook.
Gracias Luis A. por abrirnos los oídos con este temazo que me viene como anillo al dedo.


23 diciembre 2010

Apariencias


Uno ya no se puede fiar ni de los iconos navideños. Si el verdadero Papá Noel es un escuálido, ¿qué guardarán los Reyes Magos debajo de las capas? ¿Alguien ha pensado alguna vez quién les cuida los camellos? ¿Y si no son camellos de verdad? ¿Qué ocultan las jorobas? ¿Qué cenaron los pastores cuando vieron al ángel anunciador?

Que a uno le mientan en la infancia y que se crea que el señor de rojo y los reyes magos son ominipresentes, que en una noche les da tiempo a repartir todos los regalos del mundo, que leen las cartas en todos los idiomas, etc., vale. Pero, ¿y la gente que vive engañada toda la vida? Uno, a los 50 años descubre que el que creía que era su hijo no lo es, que fue adoptado o que fue robado del hospital donde nació...

Y qué mejor momento para descubrir la verdad de tu vida que en las tiernas cenas navideñas donde salen a relucir los trapos sucios de las familias al son de botellas de anís y zambombas. En las que el alcohol aligera la lengua y las burbujas de cava destapan los secretos. Con la resaca emocional veremos el resumen de la noche estampado en fotografías digitales que esconderemos en algún rincón oculto de nuestra alma y desearemos por un momento que el Alzéhimer se apiade de nosotros. Nos prometeremos no ir a la próxima reunión familiar, pensaremos originales excusas. Todavía tenemos un año por delante, seguro que se nos ocurre algo. Por imaginación que no sea. Si alguna vez creyeron que unos reyes magos les traían regalos, ¿por qué van a desconfiar de su propia familia?

14 diciembre 2010

El peligro de una sola historia

Hay un proverbio latino que se atribuye a Santo Tomás de Aquino que dice "Le temo al hombre de un solo libro". Fue este vídeo el que me recordó la cita. Me lo mostró mi amigo Jose y habla del peligro de conocer una única historia de un país o de una persona porque de esta forma corremos el riesgo de caer en los clichés y estereotipos que tanto empobrecen la mente. Nuestras vidas, nuestras culturas, están hechas de muchas historias interrelacionadas. La novelista Chimamanda Adichie cuenta cómo encontró su voz cultural auténtica y nos invita a conocer más ángulos del prisma.

10 diciembre 2010

Agua salada

Cerca de la Baixada de Santa Eulàlia en el Gòtic de Barcelona, hay una pequeña tetería llamada Salterio pero conocida como la tetería del Gòtic. El local está regentado por Alberto, un italiano calabrés, Fátima, la cocinera saharaui, una maravillosa contadora de historias, y Ali (que no Alí), sobrino de ella.
Cenamos en la barra porque estaba todo lleno y para entablar conversación. Lo que no tardó en suceder. Dejamos que Fátima nos diera de cenar lo que estimara conveniente y para beber: vino ecológico de Viña Ilusión, Estrella y una infusión digestiva. La conversación transcurría al son de samba, bossa nova,
Deller Consort y entre los bocados de los buenísimos shartós. La gente que se iba, se despedía de todos los de detrás de la barra con la familiaridad y confianza del cliente habitual, para mí, algo inusual en Barcelona. Pero claro, con unos anfitriones como los que teníamos, no era nada extraño.
De todos los muchos temas que tocamos y las risas que nos echamos, nos quedó claro lo útil de lo amargo, como el limón, el tomillo o la salvia, que desinfecta; y que no hay nada mejor que el agua salada: las lágrimas, el sudor y el agua de mar, que limpia el estómago y cicatriza las heridas.
Gracias Alberto, por los consejos y por la música, gracias Fátima por las viandas, gracias a los amigos que me lo mostraron . Que digo yo que si no llega a ser por ellos, nada de aquello hubiera ocurrido. Si ellos, sin la cerveza, sin la infusión de salvia, manzana y tomillo, y sin, por supuesto, el magnífico vino Viña Ilusión que hace honor a su nombre.