21 enero 2013

Freud y yo


Si me dan las palabras “Sigmund” y “Freud” me vienen a la mente otras como “psicoanálisis” o “interpretación de los sueños”. De la primera (del psicoanálisis) sé poco pero desde pequeña me obsesionan los sueños y sus símbolos.

Hace años que los escribo para recordarlos y me gusta darles interpretaciones propias, alejadas de cualquier diccionario y de su simbología. Me gusta fantasear con ellos, me enredo en ellos, los continúo e imagino finales o principios y añado personajes según me venga. En mi época de estudiante, después de estudiar me dormía para integrar lo aprendido. E incluso ahora, las ideas creativas me vienen justo antes de dormir.

De cómo acabé en un aeropuerto a las dos de la tarde arrastrando una maleta con las obras completas de Freud es una larga historia. El caso es que en el asiento trasero de mi coche, se sienta la maleta desde hace ya varios meses. La razón de no subirla a mi casa es porque vivo en un cuarto sin ascensor y el saber de Freud ocupa lugar y pesa mucho.

Desde entonces mi libreta de los sueños está en blanco. Soy incapaz de recordar ninguna de mis imágenes oníricas. Por más que lo intento. Duermo más horas de las que acostumbro e incluso hasta me echo la siesta, pero no hay forma de retenerlos.

Lo peor de todo es cuando subo al coche. Al principio apenas venía ningún pensamiento, pero con el paso de las semanas, en cuanto llevo cinco minutos conduciendo, parece que tengo a Freud en el asiento de atrás acribillándome a preguntas: “¿por qué no puedes recordar los sueños? ¿Acaso es que estás en tal punto de estrés? ¿Quizá le quieres dar la espalda a tu subconsciente? ¿O es que vives en tanta monotonía que ni te vienen los sueños?”

Quiero abandonar la maleta en alguna cuneta. E incluso he pensado en vender las obras en algún rastro. Pero ni siquiera he sido capaz de abrirla. Creo que si la abro, ya no habrá remedio. Las paredes de mi coche pronto se impregnarían del espíritu de Freud. Las preguntas me acosarían hasta el fin de mis días. No soñaría nunca más. No. Mejor no abrirla. Mejor esperar a encontrar alguien a quien le importen un pito sus sueños y tenga desocupado ese lugar del saber donde el saber de Freud ocupe su lugar acorde a su peso.

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